martes, 3 de enero de 2017

Tarraco, la ciudad invisible que nunca describió Italo Calvino

Turistas asistiendo a una visita virtual en Tarraco
Cruzando las columnas de Hércules, ya entrando en el Mesogeios Thalassa, se encuentra la vetusta Tarraco. Sus habitantes celebran continuamente la muerte. Cada año se realizan festejos para recordar un pasado glorioso como capital de una de las provincias romanas en Hispania, y sus pobladores rememoran viejas ceremonias entre las destrozadas ruinas, que se siguen hundiendo ante el abandono de sus dirigentes. Parece que aparte de esos siglos, ya muy lejanos en el tiempo, no hubiese ocurrido en la urbe nada más. 

Hay también dos conmemoraciones en Tarraco, que nos trasladan al primer siglo de nuestra era: las que hacen alusión al martirio de Tecla de Icono y las celebradas en honor de la tortura y muerte del profeta Yesua, ambas con gran condominio de sus habitantes. Que participan en la evocación de estas muertes con gran profusión de disfraces y procesiones.

Tanto mira el pasado Tarraco, que ha dejado de ver lo que realizan sus contemporáneos, la ciudad en su decadencia se va esfumando lentamente atrapada por la niebla de la ignominia. Aparte de lo anteriormente descrito, el silencio en ráfagas invade sus calles, martilleadas por el paso de fantasmas, personajes viciados y corruptos, y algunos marineros varados esperando algún barco que les saque de este puerto espectral. 

A veces algún ave alza el vuelo entre la podredumbre del estiércol que se acumula en sus calles y edificios oficiales, entonces sus habitantes giran la cabeza para hacerse la idea de que nada ha ocurrido, igualmente pisotean o permiten que se sequen con la desidia característica de sus vecinos las pocas plantas que pueden destacar en el gris reinante. Todas las ciudades que rodean a Tarraco han olvidado su existencia, también sus moradores ya no recuerdan el día en el que vivieron.


No hay comentarios:

Publicar un comentario